“Seamos buenos entre nosotros”. Una frase simple que pronunció una compañera por estos días y fue reveladora. Pero, ¿qué significa realmente? ¿Qué implica “ser buenos entre nosotros”? ¿Existe acaso un “nosotros”? Todo se convierte en afirmación e interrogante a la vez.

El ser buenos es casi una necesidad en una Argentina-laboratorio que se asoma a la brutalidad, la ignorancia y a la exclusión de un país para pocos. En este punto, surgen las obviedades: “la crueldad se ha vuelto parte de lo cotidiano”; “Milei está destruyendo todo vestigio de organización institucional”; “este fenómeno es parte de una tendencia global”; “nuestro último gobierno fue malísimo”.

Sí, hay crueldad, clara y evidente. A diario, en nombre de la “libertad”, muy falsa, por cierto, se incita al odio, al desprecio y al individualismo. Ante ello irrumpe un día una multitud que defiende a un vendedor ambulante ante la agresión policial o varios vecinos que se ocupan de familias enteras que viven en la calle. Ahí reconocemos una humanidad no perdida.

La destrucción, por otro lado, también es palpable. Este gobierno avanza sin freno sobre acuerdos que creíamos estaban saldados en nuestra sociedad: instituciones, derechos, y aquellos logros colectivos. En este panorama, son algunos –de la iglesia, ciertos gobernadores, intendentes y legisladores– los que intentan mantener principios fundamentales y un tejido social que se deshilacha. Y mientras algunos hacen, otros están pendientes de potenciales cargos, candidaturas o negocios. Esos “algunos” que actúan desde la convicción son los que realmente importan.

Y luego está el fenómeno global, que no podemos ignorar. La pandemia y el avance imparable de la inteligencia artificial están transformando nuestras vidas y moldeando un nuevo sujeto social y político. Las reglas del juego han cambiado para todos.

¿El gobierno anterior fue malo? Sí, eso es innegable. Un gobierno peronista no se construye sobre acciones aisladas, sino a través de la planificación y una transformación para las mayorías, poniendo siempre el bienestar común en el centro.

Nosotros somos peronistas. Creemos en esa transformación como un camino para mejorar la vida de todos. Pensamos en lo colectivo y defendemos un Estado eficaz. Nos reconocemos en la mirada del otro. Somos el otro.

Así es que ser buenos entre nosotros implica dejar de lado la mezquindad. Lo que pasa en nuestras calles nos exige pensar en un país que necesita actos de grandeza, que nos llama a diseñar un proyecto capaz de sacar del hambre y la desesperación a millones de argentinos. Porque una Argentina inclusiva, justa y soberana para los desafíos de este tiempo es posible, pero solo si ese “nosotros” sigue siendo el motor de nuestra historia.